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Una inexplicable pasión que nos une

 Estamos a pocos días de volver a ver a nuestra selección vinotinto jugar. Venezolanos dentro y fuera de nuestro país. A pesar de las diferentes situaciones que nos toca vivir, hay un sentimiento que llena el corazón de cada uno de los fanáticos que se colocan la camiseta y se paran al frente del televisor, computadora, teléfono o radio para ver o escuchar los partidos de nuestra selección venezolana de fútbol. 

Muchas personas ajenas al deporte se preguntarán: ¿Por qué tanta emoción? ¿Qué significa la Vinotinto para esos fanáticos que con tanta algarabía esperan a que juegue Venezuela, aunque a veces los resultados no sean positivos?

Se pudiera responder como el meme sacado de las paginas de comedia en Internet: «No lo vas a entender, tampoco te lo voy a explicar», pero estamos seguros de que cada uno de esos fanáticos tiene una razón particular para engalanar su corazón cada vez que juega la selección.

Para algunos es la fiesta, la farándula y hasta una excusa para reunirse con los panas y celebrar -así sea una victoria o una derrota-, pero más importante aún es que la Vinotinto funciona para unir a la gente cada vez que juega.

Para otros significa una razón para salir a las calles con la camisa y sentir un momento de identidad nacional: ese sentimiento de pertenecer a algo, esa sensación de saber que hay muchos como tú, preparados para gritar un gol marcado por Darwin Machís o Josef Martínez, una recuperación aguerrida del balón  en el medio del campo por parte de Tomás Rincón, una tapada acrobática de Wuilker Faríñez o también llorar de impotencia cuando el rival nos hace daño. 

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Y para muchos otros, los que la siguen desde hace más de 20 años, la Vinotinto significa el ejemplo del país que queremos, ese país que aunque esté en ruinas, que aunque nadie apueste un centavo por él, que puede estar con los brazos caídos y su gente con la esperanza pérdida y que por mas que todo parezca absurdo y sin ninguna señal de mejora, pueden existir golpes sobre la mesa, donde el venezolano triunfe, como en aquel 2-0 contra Uruguay en Maracaibo. También el famoso «Centenariazo» contra los mismos charrúas, cuando a pesar de que los medios de aquel país decían: "Venezuela, no existís" nuestra Vinotinto se alzó, y le dio un cachetada a la historia devolviéndole el insulto a los uruguayos con fútbol del bueno: aquel que implantó el doctor Richard Páez y que significó el inicio de una rebelión futbolística. 

Luego pasó el testigo a Cesar Farías, cuyo trabajo nos llevó a: un mundial sub-20, una semifinal de Copa América y a estar lo más cerca que hemos estado de clasificar a un mundial. Actuaciones que le siguieron dando confianza a nuestros jóvenes sub-20 de Rafael Dudamel, quienes tuvieron la irreverencia de alcanzar nada más y nada menos que la final de un Mundial de fútbol. 

La Vinotinto ha sido -por todos estos largos años de difíciles circunstancias y vicisitudes- la razón por la cual muchos venezolanos se reúnen, no sólo para ver un juego de 22 jugadores corriendo detrás de un balón, sino para observar la actuación de los guerreros que, cada vez que se colocan la camiseta nacional, automáticamente se transforman en héroes, los cuales nos llenan de la esperanza de que así como ellos lograron superarse y darnos tantas alegrías, algún día tendremos un mejor país. Lleno de aciertos y desaciertos, de triunfos y derrotas, pero un país unido, lleno de gente que solo tiene un objetivo en mente: honrar y luchar con todas las fuerzas del alma y corazón, por un país, nuestro país, nuestra amada Venezuela, ¡VAMOS VINOTINTO!

Escrito por: Diego Delgado (@aquicondiego)

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